"Casi secretamente, aunque algunos medios lo publiquen, Mauricio Macri está destruyendo el Teatro Colón. Es triste e indignante que esto esté sucediendo ante la indiferencia de la mayoría. No importa que sus músicos realicen funciones públicas para expresar su preocupación y desacuerdo, ni las voces que se alzan para denunciar lo que ocurre, ni siquiera que se suspendan algunas funciones, Macri sigue destruyendo el Teatro Colón. Como si ese ente autárquico fuera una isla de los ’90, de la destrucción menemista y la inoperancia delarruista.
El Teatro Colón, declarado monumento histórico en 1989, es un bien histórico, arquitectónico y cultural, patrimonio de todos los argentinos y estamos presenciando su desmantelamiento como nos pasó con la Argentina de los ’90.
Repasemos los hechos: los daños a los bienes muebles e inmuebles del teatro, fueron denunciados reiteradamente por el arquitecto Fabio Grementieri, galardonado internacionalmente por su labor como experto en conservación patrimonial. (La Nación 19-11-2008) Denunció que las tareas que se realizaron y realizan en el teatro están por fuera de las recomendaciones internacionales de conservación, dirigidas por profesionales sin antecedentes, que afectan tanto al patrimonio mueble como inmueble cuya conservación es del máximo interés público. Materiales y procedimientos inadecuados, falta de inventarios, almacenamiento en condiciones que no sólo no protegen sino que aceleran el deterioro del patrimonio, decorados, vestuarios, incunables, donaciones, etcétera.
El World Monuments Fund analizó el caso del Teatro Colón y lo incluyó en la lista de los 100 Monumentos en Mayor Peligro del Mundo. “El tema central es que la gente que ha estado a cargo de la obra del Teatro Colón no sabe del tema, y esa misma gente es la que continúa en esta gestión. Sumado a eso, hay una empresa encargada del gerenciamiento de la obra que tampoco sabe de intervención en edificios históricos. Pasaron distintas administraciones, jefes de gobierno, directores del Colón y legisladores, pero todo sigue igual. Mientras tanto, la Comisión Nacional de Monumentos Históricos es cómplice de esta situación por no haber encausado el tema”, sostenía el arquitecto Grementieri, en una conferencia de prensa en la que los trabajadores del teatro anunciaron la presentación de un nuevo recurso de amparo ante la justicia. (La Nación 7 de agosto de 2009). Resultado: el arquitecto Grementieri fue apercibido por el Consejo Profesional de Arquitectos y Urbanistas del cual los denunciados forman parte.
El piso histórico del escenario fue remplazado por uno nuevo. ¿Qué pasó con el viejo? Fue convertido en un souvenir, en un regalo empresarial de Patagonia Flooring & Decks, la empresa que construyó el piso nuevo. El CEO de la empresa le relató al diario La Nación (9 de enero de 2011) que los encargados de la restauración del Teatro Colón le dijeron “Saquen esa basura de acá”. Con esa “basura” se le ocurrió hacer un regalo empresarial al estilo del muro de Berlín. El presente viene envuelto en una caja con el nombre de la empresa, contiene un pedazo de piso en donde hay una placa que dice: “Este tablado es un fiel testigo del sublime arte que nos brindaron personalidades como Julio Bocca, Mijail Barishnikov, Rodolf (sic) Nureyev, Leonard Bernstein, Herbert Von Barajan (sic), Zubin Mehta y grandísimos artistas”. ¿Qué pasó con el nuevo? Los bailarines realizaron una denuncia ante la justicia porque con el piso nuevo sufrieron lesiones que les impidió seguir bailando. Se suspendió la temporada de Ballet y los bailarines se quejaron de que sus reclamos fueron desoídos por las autoridades del teatro. El propio Maximiliano Guerra señaló que el piso nuevo está “mal hecho y daña a los bailarines” (Tiempo Argentino el 13 de Noviembre de 2010.)
El Teatro Colón cuenta con otro bien invaluable e irremplazable, su patrimonio humano. El cuerpo del teatro, músicos, bailarines, escenógrafos, artesanos y técnicos que hicieron del teatro una unidad productiva. El mismo teatro realiza la totalidad de las producciones, una situación única en el mundo. Y esto es lo que está siendo desmantelado. Fue reiteradamente denunciado por sus trabajadores. Máximo Parpagnoli denunciaba “… hablaremos del daño funcional que se le está haciendo al teatro desde el punto de vista de producción. Por ejemplo, según el análisis de los planos oficiales, se perderá el 60% de los espacios destinados a la producción… exigimos el fin de los traslados, el cese del desmantelamiento de los cuerpos estables y el cumplimiento por parte del gobierno de Macri de los fallos judiciales que ordenan la reincorporación de todos los trabajadores al Colón” (La Nación 7 de agosto de 2009)
El plan de Macri siguió adelante, se construyó la sala de ensayos llamada Bicentenario, en el lugar donde funcionó durante años la sala de escenografía Saulo Benavente, cuyo nombre homenajea al artista que perteneció a los cuerpos del teatro. Un símbolo de lo que es borrar la memoria y convertir un teatro en una sala de alquiler para eventos de cualquier índole, publicidad, entrega de premios faranduleros en detrimento de un Teatro-fábrica que defienden sus trabajadores.
El proyecto oficial entonces es la destrucción del teatro como fuente de creación propia para ser remplazado por la contratación de compañías extranjeras, con producciones, trabajo y ganancias para otros, en detrimento de la cultura y el desarrollo argentino. La tercerización que tanto daño nos produjo en otros tiempos políticos, y que hoy es motivo de revisión y corrección, es un plan para Macri. Una visión colonial, propia de un proyecto de una Argentina dependiente y subordinada a los centros de poder. Una visión cultural colonizada.
Ante las protestas la administración de Macri profundizó la persecución: despidos, jubilaciones y traslados compulsivos y la suspensión de las elecciones internas que permitirían completar el directorio con un delegado obrero (lo cual la propia ley de autarquía del teatro exige y la administración no cumple) llegando al extremo de iniciarles una demanda a los delegados por 55 millones de pesos mientras congela los salarios del resto devaluando la actividad y precipitando un conflicto que pone en peligro la realización de temporada 2011.
Están todos los ingredientes: persecución gremial, conductas antidemocráticas, precarización laboral, destrucción del patrimonio cultural, desvalorización de la memoria y de la dignidad de nuestros artistas y trabajadores, improvisación, inoperancia y autoritarismo.
No podemos ser indiferentes ante esto que está sucediendo invisible ante la vista de todos.
Esto es lo que la ideología de Macri realizaría en la Argentina. Porque parece ser que Macri se ha esmerado en hacer las cosas “bien” en el Teatro Colón. Le parece una caja vacía donde puedan circular artistas y escenografías importadas sin la incómoda presencia de artistas argentinos, que díscolos, además de talento tienen ideas propias y la incómoda característica de defender su dignidad. Defienden la dignidad del teatro y la de todos los argentinos. Defienden nuestro patrimonio cultural. Hasta Plácido Domingo se solidarizó con los trabajadores que se niegan a tocar hasta que Macri levante las sanciones. Y Macri contestó: “Esto es una vergüenza. Es una Argentina que no queremos” y en eso es en lo único que estamos de acuerdo, aunque Macri se refería al paro y nosotros a la dignidad del teatro y de sus trabajadores.
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